Aún estamos pasando las inclemencias del invierno y, a veces, con las manos heladas y el cielo plomizo, resulta difícil imaginar una boda campestre llena de la luz del sol y los colores de las flores. Sin embargo, la primavera está a la vuelta de la esquina y una boda rodeados de naturaleza y con los seres más queridos cerca es siempre un acierto en el que novios e invitados pueden sentirse cómodos y tranquilos.
Tanto si decides organizar la ceremonia en el propio lugar de la celebración, como si optas por dirigirte a él tras el enlace civil o religioso, disfrutar de tu celebración en el campo, no solo nos dará la oportunidad de lograr unas fotos maravillosas, sino que además hará que novios e invitados puedan saborear del evento de un modo pausado, en el que las cosas se van sucediendo sin prisas y sin el estrés camareros, mesas, horarios…
Para realizar una boda de este tipo puedes elegir entre las muchas fincas que existen para este tipo de eventos, o bien decantarte por un espacio rural abierto, tipo merendero con barbacoas.
En cuanto a la decoración, lo tienes fácil. Si realizas la ceremonia también en un espacio abierto y verde, te bastará con algunas sillas (blancas, de madera… a tu gusto), una mesa para el oficiante y, si quieres darle un toque más glamuroso, una alfombra sobre la que caminar hacia el altar: lo habitual es que sea roja, pero queda también preciosa en blanco o, incluido, en rafia, que le dará un toque aún más campestre al acto.
Para el convite, todo depende de tu imaginación. Desde unos manteles sobre la hierva, para que tenga el más puro estilo de campo, hasta usar mesas de un merendero, pasando por contratar un servicio de catering o usar una finca, en la que te pueden colocar espacios chill-out, mesas altas, bancos… Lo bueno de un entorno de este tipo es que las flores ya las tienes incorporadas. Si piensas alargarlo hasta la noche, unas lamparillas blancas colgando de los árboles le darán un toque muy sofisticado e íntimo al espacio.
En cualquier caso, lo importante es que la naturaleza esté presente y que los formalismos queden en un segundo plano, permitiendo que novios e invitados convivan unos con otros, paseen, se conozcan los que no han tenido aún oportunidad e, incluso, que los más pequeños jueguen en libertad.
En el plano fotográfico (nunca mejor dicho) es también toda una ventaja. Las fotografías de boda en el campo nos suelen ofrecer matices de luces, colores y escenarios que son muy difíciles de conseguir en otros entornos. La hierva, los árboles, las flores… No hay mejor marco para tus recuerdos. Juzgad vosotros mismos…
¿Qué nos dices? ¿Te apuntas a una boda campestre?